El caso “Bolillo” Vs. la reputación de marca

Cuando una persona que representa los intereses deportivos de una nación o de una empresa protagoniza una situación que vulnera los derechos humanos, afecta negativamente la imagen del país y por consiguiente debilita la reputación de la marca que lo respalda. Es la situación a que nos ha llevado el estratega de la selección de fútbol de Colombia. Veamos por qué.

La reputación de una marca se va consolidando con los años en la medida que los consumidores, y en general el público van comprobando sus cualidades y la seriedad en el cumplimiento de sus promesas. Esto se logra con el trabajo diario de mejoramiento del producto/servicio, pero, para que dicha mejora sea efectiva, es indispensable que la marca conozca muy bien a su consumidor.

Si la marca sabe al dedillo de sus gustos, elabora un producto acorde con sus preferencias; si conoce sus hábitos de compra, ubica el producto en los canales de distribución frecuentados por él; si conoce sus aficiones culturales, musicales o deportivas, patrocina uno o varios eventos, y de esta manera logra introducirse en su mente y en su corazón. Esto lo ha logrado Águila, la marca de cerveza patrocinadora del fútbol colombiano.

El trabajo de la marca no ha sido casualidad, mucho menos improvisación. La estrategia de posicionamiento que se inició hace un par de décadas tuvo en la mira un objetivo muy claro: dejar de ser una simple cerveza, para ser reconocida como la bebida de sabor único, que “refresca la pasión del pueblo colombiano” y lo acompaña a vivir la emoción del fútbol.

Toda ésta estrategia de arquitectura de marca, lo mismo que la imagen del país en cabeza de la Federación Colombiana de Fútbol, no puede entrar en contradicción por un hecho inaceptable, protagonizado por la persona que suponíamos “un sujeto con principios rectos”, obligado a dar ejemplo no solo a sus dirigidos, sino toda una nueva generación que lo sigue y lo admira como entrenador.

El nombre del entrenador está, de alguna forma, ligado con el nombre de la marca patrocinadora y con la imagen del país, de ahí el peligro de su continuidad al frente del seleccionado patrio. No sería bien visto por los consumidores que las marcas de su preferencia, con valores corporativos y principios bien concebidos, respalden una persona que trasgrede los principios fundamentales de convivencia y respeto con sus semejantes.

La dimensión que tomó el asunto de “Bolillo” Gómez, radica precisamente en la posición de quien la protagonizó, y también por el hecho de que se estaba realizando en suelo colombiano, un acontecimiento de la talla del sub-20, que nos tenía en la mira de 208 países, lo que equivale a más de 2.000 millones de personas, pendientes de lo que acontecía en los estadios colombianos. Esa mala noticia trascendió las fronteras y nos dejó mal parados.

Por otro lado, el punto a favor, que de alguna manera contrarresta lo anterior, es la imagen que mostramos en el exterior de nuestro país, con ocasión del campeonato Sub-20, a través de los diferentes medios de comunicación. Esa vitrina presentó una idea muy cercana de lo que realmente somos. De hecho, al finalizar el evento el mundo tiene una mejor percepción de Colombia, hay un conocimiento real y nos hemos ganado el respeto y la confianza, lo que redunda en nuevas oportunidades, no solo en lo relacionado con el deporte, sino en materia de comercio, de turismo y de seguridad para posibles inversionistas.

El nombre es el soporte de una marca, que no solamente cumple la función de reconocimiento de la empresa o sus productos, sino del país, que sugiere la calidad de lo que representa. El nombre permanece constante y con el tiempo llega a convertirse en un bien de incalculable valor para la organización o la nación que lo posea.

Personajes como Edson Arantes do Nascimento, Pelé, de Brasil, considerado el rey del fútbol, Robert Guérin, de Francia, uno de los fundadores de la Fifa, Jules Rimet, también de Francia, el gran impulsor del primer campeonato mundial de fútbol, Vittorio Pozzo, de Italia, estratega que condujo a su país al triunfo en dos copas mundiales y una medalla olímpica, convirtieron sus nombres en marcas, porque en su momento lograron posicionarse en la mente del público por la calidad de sus actuaciones profesionales, deportivas y personales. Sus nombres, lo mismo que sus nacionalidades, permanecen “tatuados” en la historia; el nombre del entrenador colombiano… mejor que NO!

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